Punta Indio: un pueblo de pescadores con tesoros nazis donde pasan cosas raras durante la noche

Punta Indio debe ser uno de los lugares más curiosos de nuestro país. Estáa apenas 200 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires aunque el último tramo es de tierra, así que lleva más de dos horas llegar y hay que ir despacio.
Esa entrada lenta, ese destete de la gran ciudad, parece indicado para lo que vendrá en seguida: un pueblo costero con otro aire y otros tiempos. Calles de arena y bosque y playa. Pero no mar, Punta Indio da al río.
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Es el comienzo de la Bahía de San Borombón y es un bello anticipo de los pacíficos caseríos que pululan por la costa atlántica. Un pueblo de campo pero también de pescadores. Y ahora viene lo más importante: en Punta Indio pasan cosas. De noche sobre todo pasan cosas.
La vida gira alrededor de las ruinas del Gran Hotel Argentino, una mole que le jugó (y perdió) una pulseada a la naturaleza. Levantado en los años treintas para hospedar a la clase alta porteña que no deseaba emprender el, entonces, larguísimo camino a Mar del Plata.
Con pista de baile, salas de juego, casino y caballerizas. El esplendor duró mucho menos de lo que esperaban. Con la decadencia de la posguerra llegó el mito del hospedaje a exoficiales alemanes y lo mejor de todo, la leyenda del oro nazi escondido en sus cimientos, que aún perdura entre los aficionados a las búsquedas de tesoros.

Y hay mucho más. Porque esos cielos diáfanos de Punta Indio son también escenario de incontables testimonios de luces que salen y entran del río. Algunos hasta hablan de portales intraterrenos y de contacto con otras civilizaciones.
Quien escarbe un poco más escuchará también del barco fantasma encendido fuego y de los gritos de terror de sus pasajeros, que saben escucharse en las noches de luna. Y hasta de un indio cabalgando un caballo blanco que parece patrullar sus antiguos dominios en plena soledad nocturna.
En fin. Una página no alcanza. Y una sola visita tampoco. Punta Indio, otro mundo, acá nomás.